Mark Haddon ha logrado algo muy dificil, escribir un cuento para adolescentes y para sus padres.
A los quince años, la adolescencia es una dolorosa imposición biológica. Claro que no todos la padecen igual. Para Christopher Boone, el año de su decimoquinto aniversario será el más trepidante de su corta biografía. Se autoproclamará investigador de la extraña muerte de un perro y terminará por descubrir el inesperado misterio en que se ha convertido su familia. A través de su peculiar mirada sobre el mundo, Christopher tratará de resolver la complicada ecuación de tercer grado en que se ha convertido la realidad.
Se trata de un autor que ha trabajado con la juventud, más especificamente con ninos con minusvalias psíquicas y físicas, y eso se nota en toda la obra. También trabajó como mensajero, taquillero en un teatro, hasta convertirse en profesor.
Christopher es el crio de 15 anos protagonista y que sufre de un trastorno llamado Síndrome de Asperger, algo así como un ser que no habla con desconocidos, un autismo moderado, ya que lo hace, busca datos para su investigación por el vecindario. No toca los alimentos o mejor dicho, no come alimentos que se tocan entre si, y tiene acentuadas manías con los colores, sea odio al amarillo y al marrón, y su euforia con el rojo que es su color preferido y el de la suerte. Grita cuando alguien desconocido le toca, o siente miedo cuando se mueven las cosas de su alrededor, esto es un rasgo de la agorafobia. En fín que el chaval es un adolescente complicado y difícil, muy inteligente, sensible, dentro de que es aún un nino.
Su lógica matemática es aplastante y gracias a ella investigará en contra de la voluntad de su padre el asesinato de un perro de su barrio. Su madre ha muerto hasta que empieza a descubrir que la verdad no es lo que parece y entonces deberá de una vez por todas afrontar el mundo tal y como es, en soledad bueno y con su mascota, una rata casera, que se llama Toby.
